Desde la última crisis del petróleo en la década de los 70, se generalizó el cambio de hora de nuestros relojes, dos veces al año, para adecuar nuestro horario a la ventana de luz solar.
Es incuestionable el trastorno social que esta medida conlleva en nuestro ritmo vital pero, por otro lado, está justificada por la expectativa de ahorro energético que se deriva. Valoramos si realmente compensa este cambio a la sociedad y a su ritmo de vida.
Normativa europea: pros y cons
Esta medida está recogida y, revisada cada cinco años, en la normativa comunitaria de 2001 por su impacto positivo principalmente en el ahorro energético. Otros sectores se favorecen son el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo y los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio.
Los defensores de esta medida alegan que, en la práctica, es una lástima perder una hora de luz al final del día durante los siete meses de verano.
Por otro lado, sus detractores sostienen que es un incordio tener que empezar la jornada laboral cuando todavía es de noche durante una buena parte de los cinco meses que dura el horario de invierno. Debido a estas y otras razones, varios países europeos se plantean la continuidad de esta medida, entre los cuales se encuentran los países nórdicos, con Finlandia a la cabeza. La iniciativa la lidera Bélgica que se muestra partidaria de aplicar la hora de verano durante todo el año para simplificar el modelo. Fuera de la UE, Rusia, Turquía e Islandia ya la han suprimido.
¿Qué se consigue con el horario de verano?
El efecto del cambio horario, para una ciudad como Madrid, se representa gráficamente en el siguiente cuadro facilitado por la web timeanddate:
Como se aprecia en la línea roja, lo que se consigue con este cambio de hora es desplazar la hora del reloj para adecuarla la hora solar, de forma que el amanecer se encuentre entre las 08:30 y las 06:45h como mínimo, alargando la luz del sol hasta las 22:22h en el equinoccio de verano.
De no ser así, amanecería mucho más temprano en los siete meses del horario de verano (1 hora menos) mientras por nuestro ritmo impuesto de vida acostumbramos a estar dormidos. Por consiguiente, sería una hora luz natural totalmente desaprovechada. Además, retrasamos el atardecer por lo que podremos ahorrar energía de iluminación antes de acostarnos, en aquellos meses donde solemos irnos de vacaciones y nos recogemos más tarde.
¿Cuánto es el ahorro energético?
Por consiguiente, la hora de verano contribuye al ahorro de energía dado que se utiliza menos electricidad para la iluminación por las tardes, pues hay más luz.
No obstante, debe descontarse de ese ahorro potencial el aumento del consumo de energía ocasionado por estos dos efectos contrapuestos:
- la utilización de la calefacción por la mañana en el momento del cambio de hora (retraso de 1h en noviembre)
- el consumo de combustible adicional derivado del posible aumento del tráfico por la tarde, cuando hay más luz natural (adelanto de 1h en marzo).
Una simulación realizada en un país vecino de la Unión Europea, que compara la situación actual con un escenario «sin hora de verano», concluyó que el ahorro derivado era de tan sólo el 0,01% del consumo energético global del país.
En definitiva, el ahorro real es difícil de determinar pero, en todo caso, parece que es relativamente limitado. Sin embargo, son estos pequeños gestos los que hacen que el sistema energético sea más eficiente y sostenible. Desde aquí animamos a que esta medida continúe por muchos años más en la medida en que siga siendo viable.